Con gesto firme en tu semblante, sostienes el salvoconducto que te concede el acceso a la biblioteca ante las miradas de los dos guardias que custodian la entrada. Sus ceños se fruncen incapaces de dar crédito al sello real que portas contigo, mas recuperan la compostura al poco tiempo y te autorizan el paso.

 Empujadas por los soldados, las colosales puertas de piedra ceden en un pesado sonido que hace vibrar tus pies hasta que se abren por completo. Repleta de estanterías más allá de donde alcanza tu visión, la Biblioteca Real se alza ante ti como una espaciosa estancia de altos techos y penetrante olor a libro. Una vidriera de exquisita manufactura permite que la luz natural penetre en la sala y bañe cada ápice a tu alrededor, lo que proporciona a tus ojos la luminosidad suficiente para apreciar la infinidad de libros, pergaminos y manuscritos que descansan a salvo de avariciosos y maleantes. 

 Seguido por el eco de tus pasos, avanzas a ritmo calmo y contemplas con la mandíbula caída la vasta reserva de conocimiento que yace adormecida en este lugar, dispuesta a prestarte su sabiduría en cualquier momento que así lo requieras.

 Tras un corto paseo, te percatas de que al fondo de la estancia se yerguen tres atriles en apariencia vacíos. Dos de ellos cuentan con una placa aún sin grabar, mas el primero ostenta una delicada caligrafía labrada en el metal en la que puedes leer:

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El Unicornio Rampante. Traición y sangre volumen I

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